Las Novenas son oraciones públicas de nueve días, por lo general consecutivos, para conseguir alguna gracia o intención, aunque también se realizan para orar por el eterno descanso de los difuntos.
Se pueden realizar de la misma forma, pero en días alternos a lo largo del tiempo y de forma privada y suelen estar asociadas a la devoción de algún Santo, de la Virgen María, de Nuestro Señor o del Espíritu Santo.
Al pedir la intercesión de algún santo en concreto, se pretenden imitar sus virtudes aprendiendo de su propia experiencia personal.
La historia nos dice que los griegos y los romanos ofrecían oraciones a sus respectivos dioses pidiendo por los difuntos durante estos aludidos nueve días. Los cristianos tomaron la idea en la forma, adaptándola a sus costumbres y erradicaron las costumbres que venían de origen pagano.
También la historia nos dice como los Apóstoles estuvieron durante nueve días esperando una gracia muy especial, la venida del Espíritu Santo y de ésta forma dar origen a la Novena de Pentecostés.
Nueve días de duelo con misas diarias, fue un procedimiento de distinción, naturalmente, el cual no era realizado sino por las clases altas. Príncipes y gente de dinero ordenaban tales procedimientos para ellos en sus testamentos. También esto se encontraba en los testamentos de papas y cardenales. Ya desde la Edad Media, se acostumbraba realizar novenas de Misas para Papas y Cardenales como una costumbre.
Más tarde, la celebración mortuoria para Cardenales llegó a ser constantemente más simple, hasta que finalmente fue regulada y fijada por Benedicto XIV. Se retuvo la costumbre del duelo de los nueve días para los pontífices soberanos y fue tal la costumbre de hacer esto que se llegó a llamar simplemente “Novena del Papa”.
Esta costumbre de los nueve días con Misa es la que nos ha llegado y la que la Cofradía realiza en dos ocasiones a lo largo del año, una en abril, que generalmente coincide después de Semana Santa y otra en septiembre, finalizando ésta el día de la Exaltación de la Santa Cruz.