Y AL TERCER DÍA RESUCITÓ
Una vez pasado el viernes y transcurrido el sábado, día festivo para los judíos, María Magdalena se personó en el Sepulcro quedándose afuera y llorando.
Mientras, se asomó y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde habían puesto el Cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntaron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María Magdalena le contestó: “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Al decir esto se dio vuelta y vio a un Hombre al que no lo reconoció. Él le preguntó nuevamente: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”.
Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto e iré a buscarlo”.
Tras ésta breve conversación, Jesús le dice: “María”.
Fue en este momento cuando ella le reconoce al llamarla de aquella forma tan familiar y le responde: “¡Maestro!”. Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a contárselo a mis hermanos”.
María Magdalena fue a anunciar a los Discípulos que había visto al Señor y que Él, así se lo había mandado.
Fue entonces cuando salieron Pedro y Juan, el Discípulo amado, camino del Sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro.
Juan, más joven se adelantó y llegó primero al Sepulcro y, asomándose, vio las vendas en el suelo, pero por respeto a Pedro le esperó y no entró.
Al llegar Pedro detrás de Juan, entró en el Sepulcro, vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al Sepulcro, vio y creyó, pues hasta entonces no habían entendido la Escritura, “…que había de resucitar de entre los muertos…”
CNPJN MMXXI